Existen escenas cortas, pero que quedan pegadas eternamente en nuestra memoria, son escenas particulares, cada uno tiene la suya, cada uno sabe por que les duele más o les duele menos, cada uno tiene sus propios puntos débiles. Esta tarde, caminaba hacia mi casa con un aire melancólico y cansado, harta de ver sufrir al mundo, harta de ver tanto y no poder hacer nada, harta, hasta que casi toco fondo con una de esas escenas conmovedoras, algo tan simple como ver a un perro pequeño, tan pequeño que parecía de juguete, siguiendo a dos extraños que iban igual que yo, caminando, un padre y una hija que querían deshacerse del pequeño bastardo, qué culpa tiene el perro, qué gran culpa tiene el humano. Situaciones así me encuentro todos los días, esperas acción, esperas que tu vida tenga un gran vuelco y que todo sea diferente, diferente es para mí y para todos, el dolor que siempre nace en estas fechas es como una maldición desde hace años, y ver a aquel pequeño siguiendo al par de idiotas sin ningún fin egoísta, hizo retorcer mi alma y tocó el centro de esa compasión exclusiva que habita en cada uno de nosotros, toco el centro de la vulnerabilidad, me hizo lamentar una injusticia totalmente humana, logró que mi mente fuera a volar a otro lado. Qué sabe el animal de lo que es un hogar, qué sabe el sobre que en verdad quiere para su futuro, no tiene idea, sólo sabe de momento que debe seguirlos porque le nace del centro de su alma, seguir a la gente para jugar, pasar un buen rato, sin pedir nada, un alma pura, alejada de la envidia y la superficialidad que le comen los cerebros ignorantes a la gente en estos días. Un perro negro, pequeño y solitario, no conoce el error, sólo guía su camino con el camino de las personas, quizás que hagan para deshacerse de él, nadie quiere un perro vago y pulgoso en su casa, llenando de pelos y obligando a la gente que alimenten su estómago lleno de parásitos hambrientos, nadie hoy en día quiere hacerse cargo de lo que dejan los demás, yo tengo dos perros ya, y llenaría mi casa de seres sin hogar por sólo darme el gusto de tener una mansión de pulgas y caca perruna; y aún así no puedo hacer nada, no puedo hacerlo porque también tengo una vida llena de egoísmo y responsabilidades, odio pensar en lo peor que pueda ocurrirle a esa inocente criatura, y aún así lo peor varía para cada persona, lo peor es subjetivo, y para mí la muerte no sería lo peor. Yo misma he presenciado como mi familia hace lo mismo, echan a los perros que se acercan ladrando y buscando compañía, el padre le enseña a su hija a correr y a alejarse del perro, y el animal, cansado y hambriento, corre con más ganas, deja que sus pequeñas piernas gasten toda su energía sin un fin aparente, y qué ganas de mierda de agarrar al perro y dejarlo acostado en mi cama, no se puede, no se puede, mi mamá me mata.
Quizás que cosas más tendrá que vivir, qué lástima no poder alivianarle los problemas a ese perro enanito, qué pena no poder alivianarselos a nadie, aunque prefieras sufrir tú en nombre de todos los que quieres, no se puede, todo se mezcla, el perro, mi casa, todas son miles de metáforas, comparaciones divinas que al final quieren decir todas lo mismo: no estamos solos, y no hay carga que no podamos llevar.
El futuro para cada uno se ve deforme, lejano, inseguro, me siento como el perro siguiendo prácticamente a la nada, a veces soy bastante inocente esperando que respondan de la misma forma en que yo lo hago, soy el kiltro que a veces sólo quiere compañía, un momento agradable, y muchas veces soy tan humana que no me conformo con nada, actúo esperando algo a cambio egoístamente; pero ese es otro cuento, ahora se viene a mi mente la misma imagen, el perro siguiendo al padre y a su hija en bicicleta, el perro corre con todas sus fuerzas, su cuerpo es pequeñito y no logra dar grandes pasos, pero se esfuerza, aún no entiendo cómo lo hace, continúa, y no lo logra, pocas veces la gente se conmueve y hace algo por alguien que es mas indefenso que tú, le imagino tantas muertes diferentes a mi pobre amigo, cada una más dolorosa que la anterior, cómo mierda se le ocurre andar corriendo al medio de la calle atrás de ese par de huevones... déjalo, es joven, sería más triste aún ver a un anciano ciego dedicando su vida a regar una planta que no existe, qué culpa tiene el perro, qué culpa tiene el viejo, ambos están igual de solos, pero estoy casi segura de que todos pensarán que el viejo al menos tendrá algo de culpa por estar solo.
No me preocuparé más, es posible que el cachorro encuentre alguien que lo pueda acompañar, alguien que lo quiera llorar, alguien que lo extrañará, él de verdad necesita un hogar y no lo sabe, todos necesitamos un hogar, él también, algún día crecerá y aprenderá a defenderse, a cuidarse y vivirá, se montará encima de cuanta perra pille por delante, no sentirá culpa, no se lamentará, pero tengan claro que todo lo que ocurra con el perro será culpa de los que se encuentren a su al rededor, si él se esconde cada vez que alguien se le acerca es porque algún hijo de puta le hizo daño, y será su culpa, la culpa del idiota tercermundista y desnaturalizado, su culpa y la culpa de aquellos que dejaran que el perro los siguiera sin hacerse cargo; el perro crecerá y será feliz alguna vez, de eso estoy segura, qué importa quién tenga la culpa, yo sé que el perro no la va a tener nunca, por eso los admiro, por eso deseo en verdad ser el kiltro que corre en medio de la calle grisácea sobre el pavimento acalorado, y amar, amar sin que me amen idiotas, humanos.