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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Soy el kiltro que corre en medio de la calle grisácea

Existen escenas cortas, pero que quedan pegadas eternamente en nuestra memoria, son escenas particulares, cada uno tiene la suya, cada uno sabe por que les duele más o les duele menos, cada uno tiene sus propios puntos débiles. Esta tarde, caminaba hacia mi casa con un aire melancólico y cansado, harta de ver sufrir al mundo, harta de ver tanto y no poder hacer nada, harta, hasta que casi toco fondo con una de esas escenas conmovedoras, algo tan simple como ver a un perro pequeño, tan pequeño que parecía de juguete, siguiendo a dos extraños que iban igual que yo, caminando, un padre y una hija que querían deshacerse del pequeño bastardo, qué culpa tiene el perro, qué gran culpa tiene el humano. Situaciones así me encuentro todos los días, esperas acción, esperas que tu vida tenga un gran vuelco y que todo sea diferente, diferente es para mí y para todos, el dolor que siempre nace en estas fechas es como una maldición desde hace años, y ver a aquel pequeño siguiendo al par de idiotas sin ningún fin egoísta, hizo retorcer mi alma y tocó el centro de esa compasión exclusiva que habita en cada uno de nosotros, toco el centro de la vulnerabilidad, me hizo lamentar una injusticia totalmente humana, logró que mi mente fuera a volar a otro lado. Qué sabe el animal de lo que es un hogar, qué sabe el sobre que en verdad quiere para su futuro, no tiene idea, sólo sabe de momento que debe seguirlos porque le nace del centro de su alma, seguir a la gente para jugar, pasar un buen rato, sin pedir nada, un alma pura, alejada de la envidia y la superficialidad que le comen los cerebros ignorantes a la gente en estos días. Un perro negro, pequeño y solitario, no conoce el error, sólo guía su camino con el camino de las personas, quizás que hagan para deshacerse de él, nadie quiere un perro vago y pulgoso en su casa, llenando de pelos y obligando a la gente que alimenten su estómago lleno de parásitos hambrientos, nadie hoy en día quiere hacerse cargo de lo que dejan los demás, yo tengo dos perros ya, y llenaría mi casa de seres sin hogar por sólo darme el gusto de tener una mansión de pulgas y caca perruna; y aún así no puedo hacer nada, no puedo hacerlo porque también tengo una vida llena de egoísmo y responsabilidades, odio pensar en lo peor que pueda ocurrirle a esa inocente criatura, y aún así lo peor varía para cada persona, lo peor es subjetivo, y para mí la muerte no sería lo peor. Yo misma he presenciado como mi familia hace lo mismo, echan a los perros que se acercan ladrando y buscando compañía, el padre le enseña a su hija a correr y a alejarse del perro, y el animal, cansado y hambriento, corre con más ganas, deja que sus pequeñas piernas gasten toda su energía sin un fin aparente, y qué ganas de mierda de agarrar al perro y dejarlo acostado en mi cama, no se puede, no se puede, mi mamá me mata.
Quizás que cosas más tendrá que vivir, qué lástima no poder alivianarle los problemas a ese perro enanito, qué pena no poder alivianarselos a nadie, aunque prefieras sufrir tú en nombre de todos los que quieres, no se puede, todo se mezcla, el perro, mi casa, todas son miles de metáforas, comparaciones divinas que al final quieren decir todas lo mismo: no estamos solos, y no hay carga que no podamos llevar.
El futuro para cada uno se ve deforme, lejano, inseguro, me siento como el perro siguiendo prácticamente a la nada, a veces soy bastante inocente esperando que respondan de la misma forma en que yo lo hago, soy el kiltro que a veces sólo quiere compañía, un momento agradable, y muchas veces soy tan humana que no me conformo con nada, actúo esperando algo a cambio egoístamente; pero ese es otro cuento, ahora se viene a mi mente la misma imagen, el perro siguiendo al padre y a su hija en bicicleta, el perro corre con todas sus fuerzas, su cuerpo es pequeñito y no logra dar grandes pasos, pero se esfuerza, aún no entiendo cómo lo hace, continúa, y no lo logra, pocas veces la gente se conmueve y hace algo por alguien que es mas indefenso que tú, le imagino tantas muertes diferentes a mi pobre amigo, cada una más dolorosa que la anterior, cómo mierda se le ocurre andar corriendo al medio de la calle atrás de ese par de huevones... déjalo, es joven, sería más triste aún ver a un anciano ciego dedicando su vida a regar una planta que no existe, qué culpa tiene el perro, qué culpa tiene el viejo, ambos están igual de solos, pero estoy casi segura de que todos pensarán que el viejo al menos tendrá algo de culpa por estar solo.
No me preocuparé más, es posible que el cachorro encuentre alguien que lo pueda acompañar, alguien que lo quiera llorar, alguien que lo extrañará, él de verdad necesita un hogar y no lo sabe, todos necesitamos un hogar, él también, algún día crecerá y aprenderá a defenderse, a cuidarse y vivirá, se montará encima de cuanta perra pille por delante, no sentirá culpa, no se lamentará, pero tengan claro que todo lo que ocurra con el perro será culpa de los que se encuentren a su al rededor, si él se esconde cada vez que alguien se le acerca es porque algún hijo de puta le hizo daño, y será su culpa, la culpa del idiota tercermundista y desnaturalizado, su culpa y la culpa de aquellos que dejaran que el perro los siguiera sin hacerse cargo; el perro crecerá y será feliz alguna vez, de eso estoy segura, qué importa quién tenga la culpa, yo sé que el perro no la va a tener nunca, por eso los admiro, por eso deseo en verdad ser el kiltro que corre en medio de la calle grisácea sobre el pavimento acalorado, y amar, amar sin que me amen idiotas, humanos.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Tolerancia al olor a mierda.

Otra vez, silenciosa, otra vez, me escondo, callada, evito, omito. La reina de las pesimistas está reclamando su trono... ese trono no existe, pero lo merezco, y hoy es el perfecto día para tomar un par de decisiones macabras. Potente, potente late el mañana ante mis ojos, se jubilan las promesas, los pájaros cantan como si se avecinara una muerte, no tienen idea de que los pájaros no le cantan a nada, y la muerte no existe, omito. Nuevamente, sentada en el suelo, moribunda, traicionada, egoísta, me escucho, escucho como protesto ante mi cuerpo estático, reclamo esa sonrisa que acompaño a mis mejillas en los días en que la vida era un eclipse en desarrollo, se me olvida todo lo que existe, se miran unas a otras las murallas de la habitación, nadie tiene idea de nada, no importa, aquí nadie murió.
Existen pláticas cómodas que te dan a entender que el tiempo no se ha perdido conversando, todos tienen los ojos muy abiertos, más abiertos que yo, yo no entiendo por qué pienso tanto, hace calor y mis ideas no son cálidas, son frías e insensibles, insensiblemente lloro, toco una puerta que no abre; escucho y escucho, entiendo el mensaje, no hay sufrimiento que valga, no hay pena que sobre, no hay lucha sin gloria, hay un extenso futuro que te llama...
Se me hiela la sangre, me congelo esperando una brisa marina, no hay calma al otro lado de la puerta, hay calma aquí adentro, prende la chimenea, existe un calor innato.
Soy la reina de las pesimistas, porque yo debo ser realista, cuando sueño me pierdo y nadie me trae de vuelta, fui niña alguna vez, y sigo igual de vulnerable que siempre.
Quiero, por favor, hacerme tolerante al olor a mierda, lo sigo oliendo en todas partes y a nadie le incumbe, he cometido muchos errores estos días, no me quiero arrepentir, acaso... los errores no existen... pretendo seguir haciendo lo que hago mejor... ser yo. Me pierdo, me pierdo en un día como este, me excluyo, protesto.

martes, 21 de diciembre de 2010

Sólo una noche más...

Mujer, hombre, piraña, huemul, electricidad, escarabajo, marea, todo es lo mismo, todo lo que empieza termina donde comenzó, es un círculo eterno que nos deja o no nos deja mirar más allá de nuestras narices, tengo miedo a tocar el cielo y no volver a mis raíces.
Me encontraba en esa cabaña cálida de madera en la cima de aquella montaña solitaria y peligrosa, contaba los días para poder morir tranquila, mi misión no se había cumplido aún, era joven, pero era una vieja de mierda por dentro.
Otra vez más, una de esas noches eternas en que nada me pertenece, otro de esos sueños en los que aparece aquel árbol, el suelo se desvanece, es transparente, transparente a la nada, caigo en cualquier momento, mis pies no me siguen el ritmo. Árbol, eres lo único que tiene vida a parte de mí en este espacio pacífico, déjame respirar de otro aire que no sea el tuyo, para de atarme a tus raíces, para de hacer que me traicione a mi misma, para de hacerme tocar fondo infinitas veces, y al mismo tiempo, nunca pares de hacerlo. Y entonces despertaba, transpirando, deformada, con los ojos llorosos, las articulaciones cansadas, con la mirada perdida, con la esperanza en las manos.
El único sonido que se oía era el viento, el viento egoísta de la cordillera, el viento mañoso que esparce la nieve a todo lo que toca la tierra, qué milagros se esconden debajo de todo lo blanco, qué importa, yo luego me largo.
Tú, ahí, silenciosa, moribunda, pegada a tus recuerdos dolorosos y brillantes, cálido aire que viene de la chimenea, estremecedor murmullo que viene de la montaña. En esa posición se pasaba los días, las horas, perdida en su propio silencio, monólogos creados para recordar la función de la boca, qué tan eterna es la vida, cuántos miedos se esconden bajo unos ojos cansados.
Poco a poco, la noche fue cubriendo de oscuridad cada rincón del pedazo de tierra que elevaba a grandes alturas la luminosa cabaña, el fuego nublaba sus ojos, los hacía cerrarse lentamente... otra vez más, tú, tú y el árbol, te abraza, te calma. No quería separarse de su tronco nunca más, por qué hay que despertar de los sueños, por qué tiene que haber frío en la cabaña de nuevo, olvídalo, y comienza a dudar sobre cual es la verdadera realidad.
La melancolía comenzaba a poblar cada centímetro de su cuerpo, extrañaba, añoraba, gritaba y rogaba compasión... la pregunta: ¿a quién debía rogarle? Vuelve simplemente a soñar tranquila y olvídate de que la realidad es un mundo cruel, monótono, turbio, silencioso...
Y entre sueños, una vez más, se ve ella, de pies a cabeza frente a ese camino que quiere transitar a ojos cerrados, se deja llevar, olvida las consecuencias y un placer infundado recorre cada suspiro, entra por sus narices, recorre toda su sangre y sale por su boca, sale convertido en sus mejores deseos, calidez, un poco de calidez, un premio, un regalo, una suave brisa casi marina se dibuja en sus párpados, la dulzura de un beso encogido e imaginario, la misma naturaleza se te ha declarado.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Las crónicas del Archidemonio.

Y las llamas de infierno vuelven a lamer su cuerpo cansado, pasa la noche con los ojos abiertos, y su mente duerme conmovida por su cuerpo. Desea, desea tocar las nubes del cielo, volver a ser parte una vez más del Olimpo, porque alguna vez se sintió satisfecho, pisó ese paraíso que creía inexistente, lo comprendió, y sintió calma por un largo tiempo, quizás no pueda vivir ahí, en el lugar que considera perfecto, pero se tranquiliza al saber que simplemente existe, existe y existió, y nunca podrá ser imitado ni ser vuelto a transitar, qué importa no estar ahí para siempre, las horas vividas son suficientes, ¿o no?
Los mira a todos, y él, el archidemonio, llevaba el infierno en sus entrañas; nada impide que avance, que recorra con sus pasos mutantes los suaves pisos de la eterna soledad, quién maneja el tiempo en este mundo olvidado por los humanos, podía seguir los pasos de nadie, podía hablarle a la nada, podía vivir eternamente pero jamás morir, la tortura era eterna y no se permitía el consuelo de la muerte.
Por qué, por qué tenía que estar él ahí tan solo, siendo que el mundo no es tan injusto con la vida en la tierra, todos tienen segundas oportunidades, siempre existe el consuelo de los demás seres humanos, el consuelo del fin, el consuelo de un alma apaciguada; pero no, para este ser, las oportunidades de existir en ese paraíso se habían acabado, era todo tan estúpido y evidente, qué importaba lo que deseara, qué importaba que aún tuviera corazón, qué es lo que corresponde hacer en este caso, dormir, seguir durmiendo con los ojos abiertos.
Lo peor de todo, lo último que podía regalarle el universo fue la conciencia, la tortura eterna de la memoria y el sentido de la realidad; que aunque a veces se viera afectado por la incapacidad de distinguir la luna y el sol, lo mantenían atado a la vida, a la nube de cenizas que cubría su techo eterno, ojalá pudiera habitar como una bestia, instintiva, sólo guiada por el placer y la incansable habilidad de evitar el dolor.
Y ahí se encontraba en un día de esos, en la mazmorra del olvido, rodeado de cancerberos, los perros de tres cabezas imaginarios, sin guardias sin límites, sólo él y el mundo en el que se encontraba, no lo dejaban salir, tampoco lo dejaban mirar.
El deseo de volver a ese capullo, a esa flor naciente, a la nada misma, al principio, al retoño del cual alguna vez fue parte, el inicio de una desgracia tras otra, los gemidos que auspiciaban la llegada de la más horrible de las calamidades; él y su existencia absoluta y perenne, sumido por el total silencio, inmerso en las horas que llevaba contadas, dos mil quinientas sesenta y nueve multiplicadas por seis mil millones cuatrocientos sesenta y tres. Llevaba sus cuentas cómo nadie lo hacía, nadie más tiene el tiempo para contar y ordenar sus ideas al mismo tiempo, él, sin necesidad de alimentar su cuerpo, sin tener que respirar, apeteciendo la compañía de otro ser con conciencia, o al menos un perro que le hiciera fiesta; no podíamos culparlo de maldecir a la vida, a la maldita vida que lo había traído hasta ahí. Incontables son las crónicas del Archidemonio, unido con el mismo vigor a la sutileza de la existencia como lo había hecho el mismo monstruo que creo Frankenstein; maldice, maldice y mira hacia ese firmamento sin estrellas ni planetas que le inspiren pensamientos de paz y compañía; cómo será la subsistencia si el mismo sol y la luna te han abandonado...
Pasaron los segundos, las horas, los días, los meses, los años, y tal fue su convivencia con su propia mente que experimentó lo que se llama la perdida total del habla y de su cuerpo, presenció como su lengua se atrofiaba y sus labios se unían en una capa de piel, como sus fosas nasales dejaban de ser dos orificios para convertirse en una sola manta de carne, hasta sus orejas desaparecieron como tales; en una existencia en la cual no se respira, no se come, no se oye, y sólo se mira, quién necesita boca, saliva, oídos, cerumen, lengua, vacíos en la piel.
Y, de qué es culpable, es culpable de existir, de haber nacido con un único fin egoísta de parte de todo lo demás que pueda encontrarse, el mundo no puede hallarse tranquilo y justo si nadie merece lo que es realmente injusto, entonces todos se pusieron de acuerdo para condenar a un solo engendro, y lo llamaron: el Archidemonio. Más demonios eran todos los demás, verlo ahí, tirado, inmóvil, como muerto, pero más vivo que nadie, solo, sellado por todas partes, inconcluso, volviéndose una masa, pero con pensamientos humanos, su mente tan desarrollada, su cerebro creciendo, su materia gris queriéndose escapar por las orejas, hasta por fin ser sólo eso, un montón de sesos e inteligencia, qué pena y qué envidia me causa, cómo sería pensar sus pensamientos.
Todo el universo estaba de acuerdo con dejarlo ahí, en esa tierra de nadie, en ese mundo que no es mundo ni planeta, la escoria de toda la historia de la vida, la ultima "chupá del mate"; cómo pueden todos descansar mientras él, mi querido Archidemonio, ve como su cuerpo se va desintegrando y se entrega a la roca en la que se encuentra acostado. Qué reflexionará en este momento, sí sólo me dejaran visitarlo, conocerlo, y quedarme ahí con él conversando, convertirme en lo mismo, lamentablemente sólo en mis sueños, porque yo tendré que morir algún día, y lo dejare más solo todavía... no, no puedo hacerle eso, mejor me mantengo aquí, en mi lugar escupiéndole al cosmos que le provocó esto a él, al eterno.
Todo, todo se ve en llamas, rojizo, amarillento, obscuro, nocturno, infernal. Qué envidia, y pobre de él, que será despreciado por lo que no es y yo despreciada por lo que de sí soy. Sueño en las noches, sueño con él y muchas veces antes de dormir imagino conversaciones eternas con esta criatura que tanto me inquieta, qué noches más eternas, qué milagros harían en mí un par de palabras de él, maldigo todo, vuelvo a escupir al cosmos.
La desesperación alguna vez agotó su calma, es destino injusto al que había sido condenado le helaba la sangre y se la hervía de un momento a otro, y qué consuelo le quedaba para no esperar el fin, sino para aguantar la eternidad, ese consuelo era la inocencia, su conciencia tranquila frente a todos, él debía cumplir su misión, pagar por no haber hecho nada, y dejar vivir. No era morir para que otros vivieran, era vivir en el infierno para que otros pudieran por alguna vez tocar ese paraíso que él sabía que existía, qué egoístas seres que rechazan la vida, que matan a otros, que se atreven a cuestionar la existencia de la felicidad, qué idiotas y humanos seres... y en eso se fueron sus pensamientos, y pasó de odiar a las generaciones de hipócritas sujetos, a aceptar su condición, prefirió perdurar todo lo que se puede en la historia del todo y de la nada, y así se liberó... yo no lo podía creer, ya convertido en una masa, un cráneo conformado simplemente por un cerebro se lanzó a la autonomía; el espacio completo se sorprendió, necesitaban un ser que sufriera, que no fuera feliz por explorar sus capacidades casi eternas, no, de qué servía el optimismo donde tenía que haber cólera y sufrimiento; qué gran decepción se llevaron, lo dejaron ir, y en ese mismo momento: el aire, la comida, la sangre, los oídos, la nariz, los brazos, las piernas, las glándulas, la lengua, los sentidos, el hígado, los riñones, el corazón... fueron necesarios, era uno más y un pobre cerebrito no podía sobrevivir, y se acabó, esa cruda realidad había sido sólo un mal recuerdo y el privilegio de la muerte rondó fácilmente sus casi cenizas poco humanas; feliz por ti, feliz por mí, hermoso ser, hermoso sólo con los ojos de mi alma impura, nos vemos en la muerte, pero en mucho tiempo, la vida me tiene muchas maldiciones preparadas y a ti la muerte te preparo la mejor de las sorpresas.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Sin terminar...

Buscó, buscó donde no había nada y para variar perdió su tiempo. Agotó sus últimas energías coleccionando los recuerdos que tenía de su vida, agotó lo único que tenía, su vida, lo poco y nada que le quedaba lo utilizó citando imágenes y situaciones del pasado, eso es vivir en el pasado. Quizás le produjo alegría, es relativo, depende de donde lo miremos, la respuesta que maneja todo el mundo es que... no te puedes quedar pegado en el pasado, pero si te despegas totalmente del presente y del futuro, y eres feliz coleccionando recuerdos... ella posiblemente no estaba con los pies unidos al pavimento, construyó un mundo en su cabeza para poder vivir, creando espacios completos llenos de detalles y situaciones perfectas... ella de verdad supo respirar en el pasado, hay personas que no lo logran completamente, estando en el limbo la infelicidad es segura, decídete, presente o pasado, dónde mierda quieres vivir, si eliges las dos: vive, vive y muere en la miseria.

martes, 7 de diciembre de 2010

Conmigo no.

Conmigo no. Arde, arde el suelo bajo mis pies, el mundo no me sigue la corriente, a qué me lleva esta corriente, a volver al inicio, volver a nacer. Cuál es la idea de que el cuerpo descanse mientras la mente más se agota, por qué las lluvias de ideas no me dejan dormir, por qué cuando duermo no entiendo de qué se trata vivir. Colecciono, colecciono recuerdos, recuerdos que aparecen en mis sueños mezclados con hombres árboles que se juran amor eterno y se unen en las raíces, esas raíces azules y verdes, no puedo recordar bien de qué se trata todo esto, alguna vez lo supe, alguna vez quise dejar de saberlo.
Dejé la luz prendida, y no quiero levantarme y apagarla; me duelen las puntas de mis dedos y no quiero exagerar, aunque la inquietud todavía corre por mi sangre, me debo levantar, apagar la luz y dejar de sentir culpa porque es un gasto innecesario, no hay nadie ocupando esa luz, es de día y aún sigue prendida.
No, no es la idea volver a comer tierra, menos si sé que no me gusta la tierra. Ya no me escondo, ya no corro, me tranquilizo, vuelvo a la cama y descanso, me quedo dormida, no me doy cuenta, hay una polilla en la cortina, la dejaré comerse mi pieza.
El mejor perfume proviene del mundo que dejé atrás en estos días, por qué todos salieron juntos a recorrer ese camino y no me invitaron, en qué momento supuse que lo sabía todo, en qué momento me sentí mal por qué nunca tuve la razón: vuelvo a soñar que estoy despierta y los cuadros se mezclan en mi conciencia, las mismas marcas, las mismas heridas, las ramas de los árboles crecen y se unen a sus raíces, los hombres caminan juntos de las manos, mis conocidos no tienen rostros y no sienten alivio; qué son estos, sueños o pesadillas, a mí me huele todo a mar muerto y quietud, disfruto las sábanas heladas de las mañanas de diciembre, el futuro está tan cerca y tan lejano, qué es eso, yo, yo abandonando las huellas que ya había pisado, alguna vez le he creído a la mentira, alguna vez he probado la soledad, y la inquietud vuelve entremedio de mis ideas diurnas y nocturnas, ojalá que esta noche tenga calma, hace calor y se me funden los bocetos de mi inconsciencia, qué aburrida me parece esta tarde, ojalá que me pueda arrancar de casa de nuevo esta noche.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Citizen

Entonces, de qué color es el cielo, perdóname si te insulto pero he visto varios tonos de ti, prácticamente nos llevamos conociendo mucho tiempo querido cielo, ahora no me vengas a mentir. Esta mañana me encontré con un pequeño y viscoso caracol, quien, sin pensarlo dos veces me habló. Me dijo que siempre se reía de nosotros porque eramos sexuados, que ironía, que ironía la vida, nosotros que nos creemos los mejores, nos vemos burlados por una criatura tan chiquitita. Además de eso me contó un poco sobre lo que era vivir sin prisas, disfrutar cada hoja, cada pedazo de tierra, cada minuto de vida, quizás no necesitaba conocer tanto porque sentía como si ya lo hubiera conocido todo, qué ventaja, qué honor conocerlo; después de eso pasó un zorzal que lo llevó a un lugar mejor, me ahorro los detalles, y yo me siento responsable, en vez de quedarse hablando conmigo pudo haber corrido, ¿o no? pero lo único que puedo hacer en su honor es contar esta historia, caracol, caracol, nunca más podrás sacar tus cachitos al maldito sol, pero de todos modos, si el zorzal no te mataba, lo hacía el calentamiento global, adiós.
Luego seguí caminando y me encontré con un perro amigo, qué perro más hiperactivo, corría a todos lados, se tiraba a mis piernas, y luego daba vueltas. Yo me pregunté por qué tanta felicidad, y al rato me di cuenta de que en su hocico llevaba una pequeña pelota roja, oh, que imagen más perfecta, un perro blanco jugando en la calle a las ocho de la mañana; pero el perro me siguió y yo quise meterme al juego también, le quité la pelota y se la tiré lejos, lejos, muy lejos, él salió atrás de ella y yo por mí camino, entonces me di media vuelta y ya no tenía la pelota en su hocico, no estaba en ninguna parte, sentí culpa de nuevo, miré el reloj y aún tenía cinco minutos de ventaja con el mundo, y salí corriendo a buscar la pelota del perro blanco, la encontré y se la devolví, me fui feliz, me di media vuelta de nuevo y ya la había perdido una vez más, no importa conciencia ciudadana tranquila.
En el metro veía a toda la gente llevar el periódico, oh, de dónde lo sacan. Le pregunté a un hombre y me dijo que entregaban el diario en la entrada, fui corriendo y pedí uno, qué felicidad, me sentía una ciudadana cualquiera, the best.
Qué es un día en la pequeña cuidad de Santiago, la verdad es que lo único que deseaba era estar en el sur, en el sur con lluvia o con truenos y relámpagos, querido cielo sureño, llévame contigo una vez más a tus verdes praderas.