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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sin contexto temático.

Yo haría todo por entender cuál es el sentido de despertar en la mañana, sentir la boca seca, un nudo en el estómago y un montón de sensaciones implícitas, desagradables y circulares. Y en realidad esos razonamientos circulares que suelo tener son devastadores e inútiles, sólo me traen donde mismo, al principio, que es lo mismo que el final. Hasta que surge una pequeña idea aclaradora que marca una línea imaginaria entre la esperanza y la tierra prometida. 
No cave duda que no saber distinguir entre lo que hacemos bien o hacemos mal es un signo de lo perdidos que estamos. 
Es tan difícil seguir un contexto temático sin desviarse, tengo tantas cosas de que hablar que me resulta imposible continuar extendiendo la misma idea tres líneas más abajo. Y me siento devastada por la injusticia de la boca sin su beso, que dejo de buscar respuestas donde no las hay. Quién podría descifrar de lo que estoy hablando, porque ni yo, la que escribo, entenderé lo mismo que escribo hoy mañana, porque mañana seré otra con la misma cara. 
¿En qué estaban pensando los poetas? ¿En qué estaba pensando yo? Esta libertad me está asfixiando. No planeo excusarme, no planeo salir volando. No creo en la inconsciencia, en los domingos, en los perdones, en los no puedo, en las mentiras, en el valor y dejé de creer en los héroes. Sólo creo en la fe que tengo de que mañana simplemente sea diferente a hoy y que mis ganas no se ahoguen al abrir y cerrar los ojos otro día. 
No tengo un final concluso, porque la vida seguirá corriendo inclusive cuando esté muerta.

lunes, 5 de diciembre de 2011

No hay ying sin yang

¿Qué quiero hacer? Sigo mirándola y entiendo que esa no soy yo, quiere ser otra más adusta, más ligera y con expresión deforme. Cansada frente a la fuente de la vida eterna, ansiosa de entrar a un laberinto sin salida, compleja -sé que compleja no es un verbo- de lo simple de la vida. ¿Prosa poética?, mejor debería escribir poesía, mejor debería reírme y culpar a la buena suerte, mejor debería dormir e implorar soñar. Y cuando soñar no funciona, ¿a dónde van las aves, los conejos, tu sonrisa, las manos simulando ser palomas? Y qué me dice Neruda, qué me pide Parra, con qué me castiga Violeta: quizás soñar es lo tuyo. 

No se necesitan cinco minutos para redactar tu testimonio, y necesito exactamente una noche para contar -y también creerme- un cuento. Todo me guía aquí, manchando mi memoria con horas frente a este espejo, este reflejo de mí, este retrato escrito, textual, verbal, de ultratumba. Ding dong, la creación me llama a su guarida y me inflama la cabeza con ideas nuevas y claramente inspiradas para este momento tan de lunes, tan frágil y parecido más a una acotación que a la obra entera. 

¿Desde cuándo escribir se volvió tan complicado? Y media dormida estoy escribiendo, media soñando, media volando y me parto en dos, me separo entre la que escribe y la que duerme, entre la que quiere y la que espera, entre la que hace y la que desarma, entre la que ama y la que hiere. Un crimen sería exactamente quedarme callada en un momento como éste, y eso que no estoy hablando por la boca. Qué tipo de sobrenombres se le inventan a este milagro tan aturdido y confiado. Lo único que me calma es que jamás volveré a ser la misma que se hizo callar a su ying para privilegiar a su yang, esa traición no se hace dos veces, sobre todo si una misma quiere vivir en en equilibrado blanco y negro.