Sientes que nunca hiciste nada, llegas casi a convencerte de que no lograste nada, y sí, sí lo lograste y con muchas ganas. Al final igual lograste afectar, lograste tocar con tu pincel la pintura intacta de algún otro mundo cercano, el hombre fue recordado por que cambió algo, el hombre nunca quiere ser olvidado, hizo mucho como para morir en el olvido. Enrique miró tantas caras esos días, vio en ellas la diversidad de la vida, tantos mundos distintos que puedes ayudar a pintar, y justo se encontrará con uno, tocará ese mundo, pondrá algún color azul o quizás color madera, y luego se irá, se irá porque no entienden sus dibujos, se irá porque lo echan, se echa a sí mismo, se alegra de sí mismo, todo lo que hace lo hace por él, qué importa el lienzo, el lienzo debería agradecer la pincelada, la pincelada fue lo mejor que le podría haber pasado al lienzo. Enrique, artista callejero único y brillante, continuaba mirando a todos como en un sueño borroso y lejano, él despertó a media noche y recordaba la lógica de sus pesadillas, era la mejor lógica y me lo dijo, eran creaciones mutantes y cojas, creaciones bellas y toscas. Él, él piensa mucho, pisa las mismas calles que pisan todos, se imagina tantas casualidades, se imagina situaciones en las que es capaz de todo, sabrá que todo le resultará en la vida, brillan sus zapatos y sus dientes blancos, brillos diferentes pero subjetivamente intactos. Quién creería que él era el dueño de todas las verdades del mundo, Enrique ni siquiera es su verdadero nombre, encuéntrate con él y averígualo, te destrozará con sus palabras, te maravillará con sus pinturas, te quitará tu aliento y te lo devolverá en versos, te matará y te mostrará lo que de verdad es la vida. Sigue sus pasos porque desencadenará sus más oscuros propósitos, no le tengas miedo, es tan humano como tú, ojalá yo estuviera en sus zapatos, si lo buscas y no lo encuentras él sabrá que lo habrás buscado, y te encontrará y hará que nunca olvides su nombre, él es un hombre tan delicado, métete con él y te obligará a tocar el cielo con tus manos.
-Enrique, porqué no te sientas y hablamos.
-Sí Francisca, hablemos, hablemos del pasado, qué es lo que has hecho, por qué hay sangre en tus manos.
-Enrique, qué tipo de pregunta es esa, sabes que esto no es sangre es tinta, aún sigues igual de daltónico que cuando nos vimos en algún sueño lejano, Enrique apaga ese cigarro.
-Con mucho gusto, mis pulmones están cansados, este tipo de diálogo es tan agotador, cuéntame que ha pasado contigo.
-Yo, yo me morí de nuevo Enrique, me morí y tú no estabas viejo amigo, tú no estabas y eso fue lo mejor que me podría haber pasado.
-Yo siempre sé lo que te ocurre, déjame jugar a mentirte un poco...
-No sabes mentir Enrique, ojalá algún día puedas hacerlo, ahora riámonos porque yo quiero morirme de la risa.
-Tú morirás de risa, mientras te estés muriendo de llanto.
Enrique le llora a las noches de luna llena, le llora a los árboles cuando sus hojas se caen, le llora a las mujeres que no puede llevar de la mano, mujeres que nunca le harán desayuno; le llora a este mundo perfecto, imperfecto, tosco e injusto, le llora al mundo que se conecta con él por la gravedad, y también llora por los que no tienen consuelo y disfrutan llorar, algún día él lloró por mí porque me vio sufrir y disfrutar, y yo estaba llorándole al mundo, y al mundo le gusta verme llorar. Enrique fue el primero que me vio despertar, Enrique nunca me podrá alejar, aunque quiera, Enrique vive dentro de mí, Enrique te creé, eres yo y qué te importa a ti quién es Enrique; volverá por ti, a matarte, cariño, volverá y cojera tus miedos refregándolos en tu cara, luego tocará tu pelo mientras duermes y te dirá lo que quieras escuchar para calmarte, Enrique es un artista callejero y brillante, quién sabe si alguna vez lo conozcan, hay tantas cosas que viven dentro de mí, Enrique es una maldición de las tantas, yo soy Enrique, y juntos no sabemos mentir...