.

.

domingo, 24 de abril de 2011

Se me subió el muerto


La última vez que recuerdo haber dormido fue en la mañana, cuando me preguntaba si me ayudaría a conectarme de alguna manera con mi abuela ir a la misa en conmemoración de su muerte. Me levanté, me bañe y vestí con lo primero que encontré a la vista, una polera acuadrille y los pantalones que me compraron hace poco, me lavé los dientes y camine hasta la esquina con mi mamá y la Fernanda para hacer presencia en un lugar donde oraban y acostumbraban hacer cosas que yo antes hacía. Al terminar la ceremonia tomé a mi abuelo de un brazo y fuimos hasta la casa donde estaban mis familiares, unos más viejos y otros más chicos, unos conscientes de lo que hacíamos todos ahí reunidos y otros que sólo querían comer huevos de pascua. Me fui a mi casa a terminar un trabajo, y después de unas horas me llamaron a almorzar con toda la familia, hace rato que no había tanto ruido ni tanta gente en esa casa. Comí y me sentí un poco agobiada por el bullicio, pero en realidad estaba cansada, así que caminé hasta mi casa, entré, y me tiré a la cama. Cerré los ojos y sentí a mi perro en la cocina, fui a ver y se estaba robando las sopaipillas, como castigo le dí lo que se había robado al otro perro que las devoró en unos cuantos segundos. Junté la puerta de la cocina y me dispuse a dormir y soñar con los angelitos o con unos pasteles voladores, pero sólo logré entrar a un estado que me llevaba a los sueños y luego me traía de vuelta a la tierra, mezclando mis ideas con mis deberes, mi semana y los perros que ladraban en el patio. Luego llegó mi hermana a sumergirse en el computador y llenarse de su sana sabiduría, luego se fue al frente y volvió.
Eran ya las tres de la tarde y me propuse a mí misma no estar acostada mucho rato porque mañana era lunes y cada vez que tomo una siesta me quedo dormida a las tres de la mañana. Estaba soñando con mi familia, con un hotel, con que la gente que estaba donde mi abuelo se había ido y tomábamos once los de siempre, y entre todo eso un golpe de conciencia llegó a mi inconsciente avisándome que estaba soñando y que debía despertar. De a poco entré en un estado conocido, mi cuerpo me avisaba que volvería a vivir lo mismo que antes. Fue un golpe muy fuerte pasar de estar soñando a estar despierta y abrí mis ojos pero mi cuerpo no se movía, algo anclaba mis brazos y mis piernas a la cama, no podía respirar y trataba de gritar: ¡Fernanda! Intenté calmarme pero la lucha continuaba, mi lengua se movía, la punta de mis dedos y mis ojos también, la lámpara estaba ahí, las cortinas estaban abiertas como habían estado antes de dormir, me sentía prácticamente despierta pero en realidad sólo mi mente lo estaba. Ese estado era una mezcla entre realidad y fantasía, la sensación no se iba y al volver al mundo consciente la sentía a flor de piel, pero no todo lo que hice o creí haber hecho fue real.
Esta no ha sido la primera vez, suelo saltar de sueño en sueño sin poder despertar de verdad, y todo está tan tranquilo, tan calmado a mi alrededor, como si todo siguiera existiendo en total armonía con el universo mientras yo pertenezco a otro lado, un lado que no existe.
Por fin logré librarme de lo que me quitaba las fuerzas y me mantenía en la misma posición mirando la lámpara de la pieza, moví mis brazos y grité nuevamente: ¡Fernanda! y ella no me oía, supuse que estaba escuchando su heavy metal, seguí gritando y caí rendida nuevamente a la cama, mi cuerpo volvió a estar estático y lamenté que mi hermana no estuviera ahí para ver mi cuerpo mientras experimentaba estar luchando con una cuerda imaginaria. Esta vez fue un poco más relajado porque traté de calmarme y sólo me concentré en despertar, tomé mi celular y llamé a mi hermana quien contesto dentro de todo el bullicio, llamé de nuevo pero esta vez a mi propia casa pensando que escucharía el teléfono e iría a verme a la pieza, pero todo fue en vano porque nunca estuvo ahí, salí corriendo al living y entendí que nunca había vuelto, que estuve sola todo ese tiempo... llamé a mi mamá y llegó en seguida, me contó que mi papá sufría lo mismo y muchas veces la llamaba muerto de miedo después de haber vivido en ese sitio en el que no estás despierto ni dormido. Ella me dijo investiga, agarra tu computador y busca qué te pasa, y lo hice, google me decía: no me puedo mover cuando despierto.
¿Parálisis del sueño? Así se llama, y ¿existe? Sí. Es más normal de lo que creía, hasta tiene su propio cuadro. Lo que pasa es que mi mente despierta y mi cuerpo sigue soñando sin poder moverse, muchas personas ven cosas y sienten que un ente del espacio los aprisiona y les quiere robar el alma, espero que ese no sea mi caso, porque yo no me puedo mover solamente. La mayoría de las culturas lo relacionan con demonios y espíritus malignos que te atacan y te quieren poseer. Algunos incluso lo llaman "se me subió el muerto". Pero bueno, en resumen no tiene por qué meterse mi consciente a mis sueños a desordenarme todo, porque cada vez que lo hace no puedo moverme, linda la cuestión.

De la ausencia y de ti

La última vez que recuerdo haber dormido fue en la mañana, cuando me preguntaba si me ayudaría a conectarme de alguna manera con mi abuela ir a la misa en conmemoración de su muerte, mis sueños se mezclaban con este acontecimiento y veía letras escritas en un cartel frente a mí, soñando que estaba despierta y leía esas letras entre otras cosas que realmente no entiendo. Aún no sé la respuesta a esta pregunta que quizás antes me había hecho pero de otra forma, ¿ir al cementerio donde está la tumba de mi abuela me hará sentir más cerca de ella? por qué a medida que crezco me acuerdo menos de ella, por qué sólo veo en mi mente su delantal de cocina, sus pañuelos doblados y planchados, su cuerpo grande y cálido que compartía su cama conmigo en esos tiempos en que mis padres recién se habían separado y ese olor a flores concentradas, jamás olvidaré ese olor. Ella es uno de esos misterios que me transportan a otra época, a un tiempo infantil y casi inocente donde yo miraba todo desde afuera y sentía de una forma diferente, con un dolor menos intenso o quizás más profundo de lo que creo, pero un dolor que no recuerdo haber sentido, uno que vi con mis propios ojos, y que siento con la cabeza y no con el corazón. Pero no puedo evitar que las lágrimas aparezcan cuando la traigo aquí a mi lado, a recordarme que no fui consciente mientras podía abrazarla y escucharla decir sus palabras de vieja maestra en el arte de vivir, que mucho me hacen falta; entonces padezco un poco de esa angustia infantil que yo no entendía ni trataba de entender, visiones de una época borrosa llena de cosas trágicas y turbias, una tristeza que veía en todos, una lección que me reitera que nada dura para siempre. Por qué se me olvida recordar a mi vieja, cómo pude resistir vivir en esa época sin ella, cómo se ve tan lejana y tan de otro mundo si alguna vez me abrazó, me habló y miró con esos lentes sobre sus ojos, esos lentes que le hacían ver el mundo más claro. Una madre no puede decir que tiene favoritismo entre sus hijos, pero una abuela sí, porque no todos los nietos vivirán siempre en su casa, ni se alimentarán con sus platos, ni estarán protegidos por su presencia, por eso digo que yo quizás fui parte de un favoritismo que ahora conozco sólo en mi abuelo, mi abuelo que quizás me heredó esas lágrimas que fluyen de mis ojos con facilidad, mi abuelo que se vuelve más mañoso y religioso cada día, que entre las cosas que más quiere es volver con ella, con ella que lo dejó poco después de sus bodas de oro, con un nudo en su garganta y una herida en el corazón que se abre y sangra con su recuerdo latente.
Otra de mis preguntas es dónde está ese dolor, ese miedo a la muerte que no tengo, vivo el desconsuelo ajeno, y lo que más sufro es su ausencia, su ausencia que siento cuando la recuerdo pocas veces en el mes, y no sé en qué me convierte no haber ido en más de dos años a verla al cementerio, a ponerle flores y hablarle a un pedazo de cemento rodeado por pasto y adornos, no creo que de eso se trate la muerte porque no recuerdo lo que es la muerte, yo sólo sé de ausencia, prefiero sentirla viva y cercana cada vez que evoco a sus pañuelos, sus cazuelas y su olor a flores concentradas.