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domingo, 10 de julio de 2011

Yo sé que no puedo quedarme tranquila. Debo hacer algo.

sábado, 9 de julio de 2011

"A veces tengo miedo a mí misma, a veces temo por mí"

Latín

Fría como un hielo, se deslizaba por el río, congelada, golpeada por las rocas. No abría sus ojos, el agua dulce de la corriente despejaba su mente perdida. Pálida, con el pelo suelto, seguía sangrando río abajo con la mente puesta en el recuerdo de la primera vez que conoció el miedo. Entendía por fin la razón por la cual acusaban a Isabel de plagio descarado. Una vez que te sumerges en ese mundo tienes que terminar por completo de involucrarte, y cuando por fin estés adentro, como un niño en su placenta, puedes salir; y ella aún no salía. Estaba descalza, casi desnuda, casi bella, totalmente llamativa. Ya no creía en los milagros, las tragedias de los cuentos lograron ser la realidad misma en su mundo cierto. Nadie podía hacerla cambiar de opinión por esos días. Ella no volvió a sentir el frío de las aguas cordilleranas, se adormeció y se dejó llevar por su propia cadena de pensamientos. Cómo imaginar, cómo ver a su raza de otra manera, cómo volver a confiar.
No volvió en sí, sino hasta que el agua la dejó estancada en algún lugar donde la tierra era más alta que el llanto de la cordillera. Se levantó y saludó a sus hermanos y hermanas. Había vuelto a hablar con los animales y con las piedrecillas que soñaban con ser de volcán y no de cemento. Su mente había avanzado tanto como su existencia y había llegado a las mejores conclusiones de su vida. Jamás había visto su pasado, su presente y su futuro tan claros.
Por eso me pregunto qué tienen las poesías de verdad y las metáforas para contar. Por qué las rimas parecen ser robos a mano armada de las cosas que suenan iguales. Por qué se desea alcanzar la perfección mientras podemos gozar de los pecados mas errados. Yo no quiero dejar mi vida a la suerte ni tener que preocuparme por rezarle a los santos. Sólo quiero morir logrando contar algo.