Vacío, eterno vacío, lleno de hojas, de escalofrío, de otoños, de rápidas noches que nunca duermen, de pesadillas sobre aquellos sucios rincones que nunca limpio, de la inseguridad que satura las estrechas paredes de mis arterias; de ese dolor que no sé dónde está pero que siempre sabe aparecer cuando quiere hacerme daño. Entonces qué queda. Por qué mi vida está llena de preguntas retóricas que en verdad no tienen respuestas. Cerrar los ojos no es señal de nada. Hundirse profundamente en cada mes del año. Vivir sin saber dónde estoy, avanzar inconscientemente. Esa habitación oscura vuelta un eco informe: mi cabeza. Todo se basa en el siguiente paso, en algún momento se van a acabar. No sé. Y sólo sé que, por mí tendré que dejar de nadar sin detenerme. Mirar sin ver, estar aquí, respirar sin sentir el aire en mis pulmones. Vacío, el final que nunca llegará, el final que nunca se va a ir, qué más humano que sentirse infinitamente insignificante. Aprender a Amar, aprender a mirar tu alma, aprender a quedarme callada.
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