Mi vida se vuelve tan pequeña, mi cuerpo se deja caer al vacío, no es la metáfora de los sueños, es la realidad del despecho. No entiendo en qué minuto cedí, no encuentro el momento en el que caí de nuevo de un golpe a la tierra, y aquí estoy, más humana que nunca, más silenciosa que siempre, me quedaría callada un poco más, pero no puedo, sé que algo va a cambiar, porque yo hago todo cambiar. Siento un frío, un frío de otro mundo, me cala el alma, es incómodo, es vergonzoso. Me duele en el alma no sentir como deseo, me duele en el alma ser débil e infantil, me duele que cuando quiera mirar atrás todo siga igual, que todo lo que he pensado que se superó está riéndose de mí, y no es momento de reírse, tampoco es el momento de llorar, pero merezco un minuto de silencio junto a mi memoria, mis viejos acuerdos conmigo misma, el recuerdo de la que fui hace unas horas, mi fortuna desafortunada. Me dejaría caer con toda confianza, sí, y nadie se daría cuenta, me arroparían en silencio mis grandes mentiras, mentiras al mundo, porque a mí misma mentir es imposible. Yo no quiero sentirme pequeña de nuevo, maldita vulnerabilidad que se come la fuerza de los hombres, a mí me estrangula, a mí me toca, maldita vulnerabilidad que se traga mis esfuerzos, que descarta mis esperanzas, que me tira ella al vacío, que se alimenta de mi cuerpo encerrado en esta caja. Es imposible pensar que el mundo no tiene menor influencia en ti, yo no podre jamás quedarme sentada mucho tiempo, ni sola mucho tiempo, ni sin mí mucho tiempo. Volví a la tierra de un golpe, ese peso que te mantiene pegada al piso, me gustaron mis días volátiles, te aseguro que mañana volveré a ellos, la vida se volverá volátil, pronto caeré al piso de nuevo; buenas noches mala suerte, nos vemos mañana.
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