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viernes, 4 de abril de 2014

Por un poeta lárico.

Lo que parecía complicado, ahora no es nada más que esos colores anaranjados que dejan los atardeceres cuando quieren ser más recordados. La sombra luminosa de lo bueno que nos ha dado la vida siempre vuelve después de que todo se ve oscuro, después de que todo nos extraña, después de que queremos huir de esta rutina agitada. 
Me molesta tener esa nostalgia rabiosa con que se evocan los hechos insignificantes del pasado, pero la rabia se pasa, la nostalgia queda, y sólo se quiere sentir para lo que vale la pena. 
No sé si siempre es necesario tener que elegir entre un mal y un mal peor, porque no entiendo si en verdad tenemos que estar siempre nadando entre males. Estoy confundida entre mi ego y mi esencia. El ego me hace ver borroso, sin posibilidades de trascender a esa superficialidad con la que lucho codo a codo.
Lo importante siempre volverá en una tarde lluviosa, en una noche con luna menguante, en una tarde en la playa, porque ahí es donde me escondo a olvidar la mentira más grande: que nunca debimos haber llegado a este lugar. 

OTOÑO SECRETO

Cuando las amadas palabras cotidianas
pierden su sentido
y no se puede nombrar ni el pan,
ni el agua, ni la ventana,
y la tristeza ha sido un anillo perdido bajo nieve,
y el recuerdo una falsa esperanza de mendigo,
y ha sido falso todo diálogo que no sea
con nuestra desolada imagen,
aún se miran las destrozadas estampas
en el libro del hermano menor,
es bueno saludar los platos y el mantel puestos sobre la mesa,
y ver que en el viejo armario conservan su alegría
el licor de guindas que preparó la abuela
y las manzanas puestas a guardar.

Cuando la forma de los árboles
ya no es sino el leve recuerdo de su forma,
una mentira inventada por la turbia
memoria del otoño,
y los días tienen la confusión
del desván a donde nadie sube
y la cruel blancura de la eternidad
hace que la luz huya de sí misma,
algo nos recuerda la verdad
que amamos antes de conocer:
las ramas se quiebran levemente,
el palomar se llena de aleteos,
el granero sueña otra vez con el sol,
encendemos para la fiesta
los pálidos candelabros del salón polvoriento
y el silencio nos revela el secreto
que no queríamos escuchar.
 Jorge Teillier, de Para ángeles y gorriones, 1956 

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