Lo que parecía complicado, ahora no es nada más que esos colores anaranjados que dejan los atardeceres cuando quieren ser más recordados. La sombra luminosa de lo bueno que nos ha dado la vida siempre vuelve después de que todo se ve oscuro, después de que todo nos extraña, después de que queremos huir de esta rutina agitada.
Me molesta tener esa nostalgia rabiosa con que se evocan los hechos insignificantes del pasado, pero la rabia se pasa, la nostalgia queda, y sólo se quiere sentir para lo que vale la pena.
No sé si siempre es necesario tener que elegir entre un mal y un mal peor, porque no entiendo si en verdad tenemos que estar siempre nadando entre males. Estoy confundida entre mi ego y mi esencia. El ego me hace ver borroso, sin posibilidades de trascender a esa superficialidad con la que lucho codo a codo.
Lo importante siempre volverá en una tarde lluviosa, en una noche con luna menguante, en una tarde en la playa, porque ahí es donde me escondo a olvidar la mentira más grande: que nunca debimos haber llegado a este lugar.
OTOÑO SECRETO
Cuando las
amadas palabras cotidianas
pierden su
sentido
y no se
puede nombrar ni el pan,
ni el agua,
ni la ventana,
y la
tristeza ha sido un anillo perdido bajo nieve,
y el
recuerdo una falsa esperanza de mendigo,
y ha sido
falso todo diálogo que no sea
con nuestra
desolada imagen,
aún se miran
las destrozadas estampas
en el libro
del hermano menor,
es bueno
saludar los platos y el mantel puestos sobre la mesa,
y ver que en
el viejo armario conservan su alegría
el licor de
guindas que preparó la abuela
y las
manzanas puestas a guardar.
Cuando la
forma de los árboles
ya no es
sino el leve recuerdo de su forma,
una mentira
inventada por la turbia
memoria del
otoño,
y los días
tienen la confusión
del desván a
donde nadie sube
y la cruel
blancura de la eternidad
hace que la
luz huya de sí misma,
algo nos
recuerda la verdad
que amamos
antes de conocer:
las ramas se
quiebran levemente,
el palomar
se llena de aleteos,
el granero
sueña otra vez con el sol,
encendemos
para la fiesta
los pálidos
candelabros del salón polvoriento
y el
silencio nos revela el secreto
que no
queríamos escuchar.
Jorge Teillier, de Para ángeles y gorriones, 1956
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